jueves, 21 de mayo de 2009

TEORÍA HELIOLÍTICA

Instrucciones: lee con atención y encuentra la definición de la teoría heliolítica. Y coloca la definición encontrada en la zona de comentarios junto a tus datos personales (aprellido paterno, materno y nombre(s)), para que los pueda acentuar en la evaluación.
Hermetismo y Masonería [1]
Por José Luis Najenson [2]
Hablar de hermetismo es referirse a la Filosofía Hermética, cuyas fuentes más antiguas fueron atribuidas a Hermes Trismegisto, o Tres veces Grande, personaje de oscura identidad. El nombre proviene de Hermes, dios del panteón griego, hijo de Zeus y de Maia, hija de Atlas, el Mercurio de los Romanos. Pero no es a este dios astuto, inventor de la lira y ladrón del rebaño de Apolo, a quien se le adjudican los escritos de marras, sino al mencionado personaje con que los egipcios helenizados de la era ptolemaica designaban al antiguo dios egipcio Thot, conductor de las almas de los muertos. La civilización greco-egipcia iniciada con la conquista de Alejandro Magno y desarrollada por uno de sus generales y sus propios sucesores, que formaron reinos independientes en su vasto imperio, atribuyó singular importancia a Hermes Trismegisto, considerándolo inventor de todas las ciencias, en especial de las ciencias esotéricas, cuyos secretos se guardaban encerrados en libros ocultos. Por eso en la Edad Media se daba a la alquimia el nombre de "ciencia hermética", siendo este último adjetivo sinónimo de ultra-cerrado e inviolable. Es muy probable que este personaje —Hermes Trismegisto— haya sido una especie de gran sabio o héroe civilizador, al estilo de Quetzalcóatl entre los toltecas y aztecas del antiguo México, al que también adjudicaron cualidades divinas. Por eso, cuando uno de los Médicis de Florencia descubre en su biblioteca el llamado Código Hermético, escrito en un idioma parcialmente ideogramático, egipcio-helenizado, y traducido por el políglota de la época Marsilio Ficino, dicho código es atribuido a Hermes Trismegisto, en su versión de Dios Thot, otorgándole una antigüedad global mucho mayor que su más probable datación en la época helenística de los ptolomeos. Este código y otras fuentes dispersas, remanentes de las sucesivas quemas de la Biblioteca de Alejandría, más algunas leyendas y tradiciones orales muy antiguas, que quizás podrían remontarse al Egipto dinástico, así como diversos escritos gnósticos y alquímicos, forman las heterogéneas vertientes de los hermetistas y alquimistas del medioevo, antepasados legendarios —por no decir míticos— de la Orden Masónica Moderna.

Uno de sus conjuntos hermenéuticos más completos, o, mejor, menos incompletos, lo constituye el Kibalyón, síntesis de sus principios y conceptos esenciales. La presencia de principios, axiomas y signos herméticos, indisolublemente ligados con símbolos alquímicos, está vigente en el ritual masónico ya desde la Cámara de Reflexión, equivalente al recinto de los alquimistas o "huevo filosófico" de los herméticos, donde campean también el vitriolo, el mercurio y la sal. La influencia alquímico-hermética se hace notar, asimismo a lo largo de toda la iniciación, en la purificación de los metales y las pruebas del agua y el fuego, entre otros detalles. Pero la alquimia no fue lo que piensan los profanos, aun los científicos, en tanto sistema de trasmutación de los metales en oro, cuyas por lo general fallidas tentativas dieron lugar, empero, a muchos postulados y términos de la química moderna. La alquimia medieval que refloreció en el Renacimiento, y que influenciará con sus ideas a los intelectuales aceptados en las gildas de constructores del siglo XVII y por ende en las logias masónicas del XVIII, era mucho más que aquello: un sistema científico-filosófico general, cuyos símbolos fueron también empleados por los astrólogos y otros ocultistas e iniciados.

La "piedra filosofal" de los alquimistas no servía tanto para lograr la fabricación del oro, a partir del plomo y otros metales, sino del "oro potable", que simbólicamente procuraba hacer avanzar a la humanidad en su camino de perfección. La verdadera transmutación era la de las mentes y las almas, "la transformación de una especie de antropoides ignorantes, groseros, bárbaros, intolerantes e inmorales, en otra de hombres instruidos, corteses, tolerantes y morales", al decir de Oswald Wirth, jefe de la escuela masónica de alquimia de Francia, en los años treinta del pasado siglo. En la "Gran Obra", el plomo significaba la vulgaridad, la pesadez, la ininteligencia, la imperfección, y el oro todo lo contrario. Los adeptos iniciados en el Arte Regio no se interesaban mayormente por los bienes perecederos, sino por los logros eternos del espíritu. La materia prima del Gran Arte, la idea pura, no falseada por la expresión verbal, debe extraerse de su mina, es decir, de nosotros mismos, del simbólico pozo donde se oculta la verdad. De ahí viene otro elemento hermético presente en la misma Cámara de Reflexión. La críptica sigla "Vitriolum" -"Visita Interiora Terrae Rectificando Invenies Occultum Lapidem, Veram Medicinam".

El imperativo, "Visita las Entrañas de la Tierra", es una invitación al descenso en sí mismo y al ahondamiento de la naturaleza humana. Clausurados en el laboratorio oculto de nuestra personalidad, en nuestro "huevo filosófico" herméticamente sellado, "rectifiquemos", es decir, destilemos, separemos lo denso de lo sutil, para hallar así la "Piedra Oculta" —la piedra de los filósofos —en la cual reside la Verdadera Medicina, o curación total. El sentido secreto, alquímico, del Vitriolum, convierte al hombre en el objeto de la Gran Obra de los filósofos herméticos. Cada uno de nosotros esconde en sí mismo la "Piedra de los Sabios", la "Verdadera Medicina", que posee el don de curar todos los males. En esto no hay nada mágico ni ingenuamente supersticioso, sino la afirmación de que todo está en el ser humano, siempre que éste aprenda a conocerse y a hacer uso, sabiamente, de los inagotables recursos de su propia naturaleza. De paso, podemos acotar que el uso de la piedra como símbolo, más propia de una corporación de constructores que de metalúrgicos, nos habla también de las posibles influencias mutuas entre ambos contextos, filosófica y ritualmente equivalentes, aunque no iguales. Quizá el más interesante de los Siete Principios Herméticos, el de la Correspondencia, o Segundo Gran Principio del Código: "Como arriba es abajo, como abajo es arriba", nos ofrece una valiosa pista hacia ese conocimiento de uno mismo y de la realidad en general, al sugerir que partiendo de lo cognoscible se puede llegar a lo aparentemente incognoscible, que el pensamiento (la razón o la intuición) es la imagen de la verdad, aunque no pueda penetrarla totalmente.

Es interesante acotar, al respecto, que uno de los asertos del Zohar asevera algo parecido: "Lo que está arriba es igual a lo que está abajo, y el hombre es la síntesís de todas las cosas". Esta segunda parte de la proposición diferencia la mística judía de la sofística. Para la Cábala el hombre no es la "medida de todas las cosas", como lo afirmaba Protágoras, antropocéntricamente, sino su síntesis, es decir, que tiene de humano y de divino, de lo alto y lo bajo, de materia y espíritu. En este sentido, el Zohar está mucho más cerca del Kibalión y otros textos herméticos, así como de otras filosofías helénicas como el neoplatonismo, que de las ambiguas teorías de los sofistas, capaces de convencer a un auditorio de dos tesis contrapuestas, según la "medida" de cada auditorio. Por eso, tal vez, la Filosofía Hermética y la Cábala están entre los precursores de la sabiduría de la Orden, así como los gnósticos y pitagóricos. Una afinidad en la visión del mundo las impregna, a pesar de sus notorias diferencias.

Empezando por la concepción idealista de la esencia del universo, que se refleja en la noción hermética del Todo, basada en el Primer Gran Principio del Mentalismo: "El Todo es mente viviente e infinita y en última instancia espíritu, y es homogéneo. Todas las cosas son el Todo y el Todo está en todas las cosas; aunque en sí misma la naturaleza íntima del Todo es incognoscible, como el ‘Ein Sof’ o Infinito de los cabalistas".

Pero el Todo de la Filosofía Hermética no es idéntico al Dios de los judíos. Tiene más bien las cualidades del Ser de Parménides (único, infinito, eterno, incambiable) combinadas, paradójicamente, con las características del universo de Heráclito: "todo fluye", está en movimiento, o vibra; según el Tercer Gran Principio Hermético, nada está en reposo, desde los astros a los átomos. Los grados de la intensidad vibratoria constituyen los distintos "planos" de la realidad, materia, mente y espíritu, que en el fondo constituyen la misma "substancia", por el Cuarto Gran Principio, el de la Polaridad; según el cual la materia es el otro polo del espíritu, así como el bien lo es del mal, la belleza de la fealdad, y el amor del odio.

Una leyenda extraída de los textos herméticos mostrará la diferencia entre ambos conceptos del Ser Supremo mejor que muchas disquisiciones: A Hermes Trismegisto, también considerado el primer maestro en las artes ocultas, le fue hecha una pregunta por uno de sus más avanzados adeptos acerca del porqué y para qué fue creado el universo, aun como imagen en la mente del Todo.

Hermes no emitió ninguna palabra, y sólo apretó los labios fuertemente, como indicando que no había respuesta. Aunque ello parece acercarse a la certeza jobiana —del libro de Job— y cabalística de que los designios de Dios son inescrutables, tanto la Torá como la Cábala dejan en claro que el propósito de la Creación es para cobijar al Hombre, Rey de las criaturas divinas, y "hecho a su imagen y semejanza".

La intencionalidad de la Gran Obra de Dios, de la que el ser humano es arte y parte, no tiene su equivalente en los escritos herméticos, así como tampoco el "Tzimtzum" o "Contracción" del Eterno para generar la Creación como tal, con el objeto de permitirle al hombre concebir la realidad dentro de su oscura prisión espacio-temporal en este mundo, y avanzar hacia la Luz de su paulatino conocimiento y auto-perfección que nunca llegan a ser totales. Tampoco el Todo hermético es igual al Gran Arquitecto del Universo de nuestros Talleres, porque éste posee muy pocas citas—para que cada hermano lo conciba a su manera, religiosamente o no— y aquél contiene demasiadas relativamente, configurando una visión cuasi metafísica, excesiva para la libertad conceptual masónica en este delicado tópico.

Esta última comparación nos lleva a dos problemas cruciales, quizá por ahora sin solución total; uno histórico, filosófico el otro. El primero se refiere a la evaluación de la propia antigüedad que se adjudican algunos textos y autores herméticos, a menudo anónimos. La mayoría se remonta al Egipto Dinástico, adjudicando a Hermes Trismegisto el origen de toda sabiduría esotérica. Dice el Kibalyón:

"Hermes Trismegisto, el Elegido de los Dioses, murió en el antiguo Egipto cuando la humanidad actual estaba en su infancia. Contemporáneo de Abraham y, si la leyenda no miente, instructor de aquel venerable sabio, Hermes fue y es el Gran Sol Central del ocultismo, cuyos rayos han iluminado todos los conocimientos que han sido impartidos desde entonces". Algunos helenistas judíos, incluso identificaron a Hermes-Thot con Moisés, e introdujeron en la Hermética numerosos pasajes de la Biblia. No obstante, el esoterismo también surgió en Mesopotamia, de donde Abraham era originario, y tempranos brotes pueden observarse en China y Persia. Hace ya mucho tiempo que la teoría Heliolítica (de Helios, Sol): "todo proviene de Egipto", de carácter hiperdifusionista —es decir, que explica el cambio cultural casi exclusivamente por el fenómeno histórico de la difusión— ha sido superada, a pesar de su mantención en algunos epígonos de la Filosofía Hermética.

Las influencias esotéricas se cruzan de manera múltiple, como todos los patrones y préstamos culturales entre civilizaciones, y existe también en ese campo la "invención independiente", o evolución de pautas semejantes en sociedades que viven en condiciones parecidas y virtualmente no han tenido contacto entre sí. En este sentido, y a pesar de todos los avances al respecto, estamos lejos todavía de poder determinar con exhaustividad la importancia relativa de cada una de las corrientes que formaron el "sincretismo simbólico" de la Masonería moderna, la cual, a pesar de todo, constituye la más elaborada síntesis esotérica, y de raíces más antiguas que existe en la actualidad. El problema filosófico que se le presenta a la Orden con el Hermetismo, similar al que tendría con la Cábala o el Rosacrucismo, no es menos irresoluble en términos generales, y depende de la elección personal de cada hermano que se aventure por esas procelosas aguas: es la seducción de los sistemas globales, más detallados y menos flexibles, que el amplio universo simbólico-ecléctico de la Francmasonería.

A pesar de todo ello, las huellas de la alquimia hermética en la herencia masónica son notorias y tenaces, y nos enseñan, entre otras cosas, a pensar haciendo abstracción de la palabra para mejor concentrarse en los símbolos. Las palabras, ¡ay! tan volubles, a menudo se pronuncian o escriben sin necesidad de que el espíritu se represente en lo que expresan los sonidos y las formas, profundamente internalizadas por el hábito. Se ha dicho, sin duda exageradamente pero guardando cierta verdad, que la palabra fue dada al hombre para que pudiera disimular su pensamiento. La meditación hermética en torno a los ideogramas del mercurio, o del azufre y la sal, con sus triángulos, crucescírculos y crecientes, nos introducen en las escuelas del silencio, en las que cada uno continúa iniciándose a sí mismo, trabajando espiritualmente para descifrar ese gran enigma que nos plantea la existencia. Para intentar decubrirlo, tenemos que descender dentro de nosotros mismos, donde se oculta, pudorosamente en su desnudez, la esquiva silueta del misterio.

NOTAS

[1] sacado de http://www.masoneria-argentina.org.ar/simbolo/742001f.htm
[2] El Doctor José Luis Najenson es Director Literario del Instituto Cultural Israel - Ibero América y Miembro de la Logia La Fraternidad Nro 62 de Tel-Aviv
MESOGRAFÍA
Fuente: NAJENSON, José Luis. (desconocido). Hermetismo y masonería. Buenos Aires, consultado el 22 de mayo del 2009, DE, http://www.scribd.com/doc/7085881/Hermetismo-y-Masoneria

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